Mateo
El café humeaba frente a mí mientras observaba el reloj de la cafetería. Las 10:05. Él llegaba tarde, pero supongo que era parte de su estrategia. Hacer esperar al peón mientras el alfil se posicionaba. Juegos de poder.
Había recibido la llamada tres días atrás. Una voz masculina, educada pero firme: "Tengo información sobre Leonardo Santoro que le interesará, señor Luna". No dijo su nombre, solo que representaba a Industrias Blackwell, el principal competidor de Leonardo en el mercado europeo.
Debí colgar. Debí contárselo a Leonardo. Pero algo dentro de mí —esa parte que aún desconfiaba, que aún se sentía como un intruso en aquella mansión— me hizo aceptar esta reunión.
La campanilla de la puerta sonó y un hombre de unos cincuenta años, traje impecable y maletín de cuero entró. Me identificó al instante y se acercó con paso decidido.
—Mateo Luna, supongo —extendió su mano—. Soy Victor Rivas, asesor principal de Industrias Blackwell.
Estreché su mano con firmeza, intentando no p