Leonardo
El amanecer se filtraba por los ventanales de mi despacho mientras revisaba los últimos informes financieros. Había pasado la noche entera trabajando, reorganizando el imperio que casi se me escapa de las manos. No por amenazas externas, sino por mi propia incapacidad para entender lo que realmente importaba.
Froté mis ojos cansados y me serví otra taza de café. El líquido negro y humeante me recordó a esas noches de soledad que habían sido mi única compañía durante años. Ahora todo era diferente. Ahora tenía algo que proteger más allá de los números en una cuenta bancaria.
El sonido de unos pasos me sacó de mis pensamientos. Luna apareció en el umbral de la puerta, con el cabello recogido en una coleta alta y un traje sastre que la hacía parecer la ejecutiva que siempre había sido, aunque yo me hubiera empeñado en no verlo.
—¿Has dormido algo? —preguntó, acercándose a mi escritorio.
—El sueño es un lujo que no puedo permitirme ahora —respondí, señalando la montaña de documen