Mientras descansaban dentro del refugio, el silencio reinante era casi abrumador. Los pasillos de concreto estaban iluminados por luces tenues, y aunque el lugar era seguro, una inquietud seguía latente en el ambiente. Diego se encontraba junto a sus hijas, quienes dormían profundamente después del terror vivido. Sasha y Eugenia intercambiaban palabras en voz baja, mientras Karen, Benja y Elizabeth se repartían entre mantas y colchonetas que los miembros del refugio les habían ofrecido.
Pero Diego no podía dormir. Algo lo empujaba a seguir buscando respuestas. Se levantó sigilosamente y caminó hasta encontrar a Ashen, quien estaba sentada frente a un antiguo mapa colgado en la pared del refugio, dibujado a mano, lleno de marcas y símbolos extraños.
—¿No podés dormir? —preguntó Ashen sin mirarlo, notando su presencia desde antes de que él llegara.
—No... Todo esto me supera. Mis hijas... mi familia... —respondió Diego con voz grave, visiblemente cansado.
Ashen lo observó con atención,