El bosque parecía tragar los pasos de los tres sobrevivientes mientras avanzaban entre ramas crujientes y hojas secas. Karen iba al frente, con el cuerpo tenso, como si cada sombra pudiera esconder un enemigo. Benja caminaba en el medio, aún con la respiración agitada, y Elizabeth los seguía en silencio, observando todo, como si buscara comprender el lugar donde habían entrado.
—¿Estás segura de hacia dónde vamos? —preguntó Elizabeth, rompiendo el silencio.
Karen asintió sin detenerse.
—Sí. Mi madre me dijo que en este bosque vive Eugenia, mi prima. Nunca la conocí personalmente, pero me mostró fotos de ella desde que era chica. Cuando vi su rostro en la carta que encontré en casa supe que estaba viva. Vine a buscarla.
—¿Tu prima vive en este bosque? —Benja frunció el ceño—. ¿Quién hace eso?
—Alguien que sabe que hay cosas que el mundo no entiende —respondió Karen, bajando la voz—. Cosas que se están desatando.
Los árboles comenzaron a abrirse, y frente a ellos apareció una casa de ma