Amonet la abrazó muy fuerte, dándose cuenta de que mi hija estaba muy traumatizada; la conocía demasiado bien y no la iban a convencer.
—Está bien, querida, lo entendemos —dije ante los ojos preocupados de Dakarai, que tocó la cabeza de nuestra hija—. Entonces, estás embarazada de tu Alfa Supremo. No de los otros dos. ¿Estás contenta de que sean de él los cachorros? Fruncí el ceño, inclinándome un poco hacia ella, tratando de captar la profundidad de lo que decía. Mi instinto de madre me decía que Isis realmente había experimentado algo único, algo más profundo de lo que cualquiera hubiera podido predecir que la había perturbado. —No esperaba ser madre tan joven. Había planeado hacer muchas cosas antes. Pero, si llegaron ahora y son de mi Alfa Supremo, ¡estoy muy feliz! —dijo Isis, cambiando de tema y sonriendo feliz. Dakarai tensó la mandíbula. Había algo en este relato que lo inquietaba profundamente. Sus pensamientos comenzaron a gi