En las cuevas milagrosas más alejadas de la gran manada La Maat Ra, escondidos cerca de un lago, la diosa bruja desterrada Isfet está sentada en una piedra. A su lado, echado, estoy yo, el Alfa renegado Nicolás, y he comenzado a desconfiar de ella.
—Ya llevamos una semana aquí. He recorrido toda la cueva y los pasadizos, pero no encuentro a aquella que me llevaba Mat. Ahí debe de estar su esencia —dice Isfet, molesta.—¿Para qué quieres su esencia? —pregunto, moviendo las orejas.—He pensado que, si logramos impregnarnos con la esencia de Mat, todos los lobos nos obedecerán con el conjuro de sumisión de ellos —expone su idea, lo que me impresiona.—¡Es una excelente idea! —grito, entusiasmado.—Sí, pero solo es una teoría, porque no fue Mat quien lanzó el hechizo. Fue el Alfa Supremo junto a la Gran Bruja Supre