Mat resopló y hundió su nariz en mi cuello, absorbiendo mi olor. Lo estreché fuerte, pero quería saber su historia. Al separarse, continuó:
“Una bellísima joven se encontraba bañándose en la cascada. Vestía solo una túnica que dejaba ver sus abundantes y redondos pechos, su acentuada cintura, que se abría hacia una exuberante cadera. Con suaves movimientos, peinaba su largo cabello negro mientras cantaba, con sus ojos cerrados, una hermosa melodía. Quedé prendado de ella. Esperé a que se vistiera para acercarme. Me miró con mucho miedo, pero yo la tranquilicé.”
—¿Mi lobo, estuviste mirándola desnuda? —pregunté con picardía, sin poder dejar de reír al ver lo nervioso que se ponía—. ¡Pero qué pervertido eras, mi lobo! ¡Ja, ja, ja, ja!
—¡No, mi Luna, no fu