Después de que Jacking me llevó a la habitación, me di un buen baño, me puse la ropa de dormir y me acosté en la cama. Sin embargo, mi Alfa no se detenía; caminaba de un lado a otro.
—¿Amor, seguro estás bien? —me volvió a preguntar Jacking, deteniéndose frente a la cama y mirándome con sus ojos dorados.—Estoy bien, Jacking. Los bebés están bien —repetí una vez más—. ¡Deja de tener esa cara de susto y ven a acostarte aquí conmigo!Jacking me miró, escaneando mi vientre con sus ojos de Alfa Supremo, revisando una vez más a sus cachorros.—Todavía tiemblo de miedo. Si llego a perderlos, moriría —dijo dramáticamente.Tuve que aguantar las ganas de reír al ver al corpulento y enorme Alfa Supremo comportándose como un niño asustado. Vino a mí