CAPÍTULO 98 — Jugando con fuego
Fatima comprendió que la conversación estaba por entrar en un territorio espinoso, de esos donde ella solo podía estorbar o ser testigo incómoda. Miró a Isabella y luego a Bárbara y decidió salir de la oficina de Isabella.
— Voy a dejarlas solas —anunció con una sonrisa diplomática—. Pero antes… ¿quieren que les traiga algo de tomar?
— No, gracias —respondió Isabella rápidamente, deseando que Bárbara se marchara cuanto antes.
Pero la periodista tenía otros planes.
— Yo sí, querida —interrumpió con esa voz engolada que usaba cuando quería dominar la escena—. Un café. Solo. Sin azúcar. Gracias.
Fatima asintió, lanzando una mirada fugaz a Isabella que decía claramente: ten paciencia. Luego salió, cerrando la puerta con cuidado detrás de ella.
Apenas quedaron solas, Isabella respiró hondo. Bárbara apoyó el bolso sobre las piernas y lentamente cruzó las piernas, como si tomara posesión del espacio.
— Vamos a evitarnos las formalidades, Isabella —dijo la peri