Mundo de ficçãoIniciar sessãoGabriel conducía con una mano en el volante y la otra descansando sobre el muslo de Isabella, quien observaba por la ventanilla con una sonrisa serena.
— Me encanta que me traigas al trabajo, amor —dijo ella con un suspiro de alivio—. La verdad, no me gusta mucho lidiar con el tráfico de las mañanas.
Gabriel sonrió sin apartar la vista del camino.
— Si quieres, puedo traerte todos los días. No me cuesta nada.— Siempre sos un amor —respondió ella, girándose para







