CAPÍTULO 146 — El regreso a la luz
La primera noche instalada ya en la casa de su madre fue corta, inquieta y silenciosa. Isabella apenas durmió, pero por primera vez en semanas no despertó sintiéndose al borde de un abismo. Se levantó despacio. La tristeza seguía allí, instalada en su pecho, pero había algo más: una chispa diminuta, casi imperceptible, que le recordaba quién era ella antes del caos. Una mujer fuerte, disciplinada, talentosa, una mujer que había construido su carrera desde cero, con pasión y sacrificio.
— No me voy a dejar vencer —murmuró frente al espejo, apenas un susurro, pero suficiente para escucharse a sí misma.
Abrió la ducha y dejó que el agua tibia cayera sobre su piel, relajando músculos tensos por tantas semanas de angustia. Al terminar, se envolvió en una toalla y regresó al cuarto. Se miró de nuevo en el espejo: ojeras ligeras, rostro cansado… pero viva. Decidió maquillarse suavemente, sin exagerar, solo lo suficiente para verse más como la Isabella que h