CAPÍTULO 123 — La reunión impuesta
Isabella despertó junto a Gabriel, envuelta en sus brazos cálidos, y por un breve instante el mundo pareció detenerse. Los problemas, las amenazas, los secretos… todo quedó atrás mientras él la besaba con ternura antes de despedirse para ir a trabajar.
Ese minuto de paz valió oro.
Porque apenas llegó a su oficina, la realidad volvió a caerle encima como un valde de agua fría.
Encendió su computadora, revisó algunos correos, y sin embargo cada dos minutos su mirada regresaba al celular. Sabía que en cualquier momento aparecería el mensaje que marcaría el tono del día. No era ansiedad… era anticipación de lo inevitable.
Y así fue.
La pantalla se iluminó de repente. El corazón se le detuvo un segundo.
Era un mensaje de Bárbara Greco.
[En una hora, Ángel y yo te esperamos en su oficina en la televisora]
Ni un saludo, ni una explicación. Solo una orden disfrazada de invitación.
Isabella sintió la presión en el pecho. Una hora. No tenía margen. Ni siquier