10.
Daniel.
—Lo juro. —susurra correspondiendo a mi súplica con la misma crudeza y euforia que yo siento.
El marrón achocolatado de sus ojos resalta bajo la tenue luz de la bombilla. Hay tanta convicción en ellos, que mi rabia amenaza con disiparse, haciendo que el fuego ardiente de mi constante molestia me carcoma por dentro ante la extraña sensación que me produce.
Freno mis instintos antes de sucumbir a las ganas que tengo de tomarla por el cuello, acercar su delicado rostro al mío y exigirle que repita lo que acaba de decir. Pero con tenerla acorralada entre mi cuerpo y la mesa de escritorio, basta para lo que debo hacer.
—No quiero que nadie más sepa de esto, Evans.
Asiente rápidamente escaneando mis ojos sin perder detalle. —Lo entiendo.... Pero ¿qué dice la nota?...
Respiro hondo abanicándole el rostro con mi aliento. La veo retener un estremecimiento aferrándose al borde de la madera contra la que está acorralada, y yo reprimo otro cuando percibo que lucha contra nuestra cercanía