Había empezado a atardecer y el sol que se había convertido en una esfera roja, no me permitía apartar la mirada del cielo y los trazos que se dibujaban en tonos naranjas y rosas. Luego de salir de la cafetería y haber llorado un poco me sentía serena, liviana, como si pudiera separar los pies del suelo en cualquier momento.
Matteo no volvió a hablar luego de salir del local y no me molestaba, solo lo había visto de reojo un par de veces y él se veía tranquilo. Caminabamos sin rumbo fijo, envueltos en un agradable silencio.
Los rayos comenzaban a reflejarse en las tiendas y en los enormes vitrales de los edificios. Seguí sin apartar la mirada del cielo, no me quería perder ningún segundo del atardecer.
-¿Desde cuándo conoces a Costas?
-¿Hm?-elevé la mirada hasta él alarmada. Había pensado en voz alta.
Me mordí el interior de mi labio inferior con nerviosismo.
-A Costas... Iniciamos en esto al mismo tiempo. Él actuaba como loco al principio, supongo que todos teníamos nuestros propios