(59) No fue tu culpa

Desperté con la sensación de que me mecía por el lejano sonido de las olas del mar.

Él abrió sus ojos un momento después.

Ambos nos miramos en silencio y así mismo nos levantamos, comimos y nos tomamos de las manos al salir de la casa. No intercambiamos más que un par de miradas mientras íbamos hacia la playa. El viento soplaba con fuerza y el sol estaba ocultándose con lentitud. Ambos nos descalzamos y caminamos por la orilla, mirando el firmamento. Decidí dejar mis recuerdos ahogarse por un momento en ese atardecer.

A la mañana siguiente volvimos a Milán. Matteo y Alessandra nos recibieron en la estación y no pude evitar sorprenderme al ver que Matteo sostenía la mano de Alessa; ella lo había soltado rápidamente al verme pero él había vuelto a tomarla con la misma rapidez, instalando una expresión nerviosa en el rostro de mi amiga y una sonrisa ladina en los labios de él.

Alessa no habló en todo el camino de vuelta. Nadie lo hizo.

Ya en casa, me ayudó a desempacar pero aún seguí
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