La niebla esa noche era tan densa que parecía tener peso propio, como si flotara con la intención de asfixiar a Grayhaven. Allyson Drake observaba desde la ventana de su habitación en el pequeño hostal costero donde se hospedaba, una construcción antigua de madera que crujía con cada golpe del viento. El murmullo distante de las olas chocando contra las rocas apenas lograba colarse entre las paredes. Afuera, las farolas formaban círculos de luz quebrados por la bruma, sombras que parecían cobrar vida a cada movimiento.
No había dejado de pensar en el portafolio que Ethan le había mostrado por accidente días antes. El contenido seguía clavado en su mente: documentos financieros, nombres, fotografías… y una extraña lista con iniciales que no coincidían con ninguna de las personas que ella había identificado hasta ahora. Entre esas iniciales, una resaltaba: L.R.. Lizzie Reynolds.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
Decidió salir a despejarse. Bajó las escaleras, saludó con un gesto dis