La niebla había caído más temprano de lo normal esa tarde. En cuestión de minutos, las calles de Grayhaven quedaron envueltas en un velo espeso que apagaba luces y voces. Era la clase de bruma que no solo ocultaba las formas: parecía absorber hasta los pensamientos. Nadie en el pueblo caminaba tranquilo esas noches. Los habitantes se encerraban temprano, los bares bajaban la música, y hasta los niños evitaban mirar hacia los ventanales.
En el aire flotaba algo que no era simple humedad: era miedo.
Allyson y Torres
Allyson Drake observaba la ciudad desde la ventana del cuarto alquilado. El vidrio estaba frío bajo su palma, como si la niebla intentara filtrarse hasta la piel. Llevaba horas repasando los documentos entregados por Daniel Harper, tratando de encajar las piezas, pero cada número parecía abrir un abismo más profundo.
—Grayhaven es un tablero —murmuró, casi para sí misma—. Y nosotros somos piezas que no saben qué jugada sigue.
Torres, sentado en una silla, revisaba su arma co