La madrugada en Quantico era fría, y Matthews se había quedado dormido sobre su escritorio cuando Marcus Levin, con la puntualidad de siempre, envió el informe oficial. Al abrirse paso por la red interna del FBI, aquel documento ya no era el mismo que Allyson había redactado con tanto esfuerzo en Grayhaven: estaba pulido, suavizado, y lo más grave, despojado de las referencias directas a la Fundación Halcón Gris.
A cientos de millas de distancia, en su mansión de Grayhaven, Judy Barrymore recibió el mismo archivo en su tablet personal. El rostro se le iluminó con una sonrisa satisfecha mientras lo repasaba línea por línea.
—Perfecto —murmuró, recostándose en su sillón de terciopelo azul—. Ni una palabra sobre nosotros.
Lizzie, sentada a unos metros, la observaba con gesto tenso. Había aprendido a leer entre líneas, y la ausencia de menciones a la Fundación en un informe tan detallado le pareció sospechosa.
—¿No es… demasiado limpio? —preguntó, con la voz apenas audible.
Judy alzó la v