El murmullo constante del televisor del pequeño cuarto de hotel apenas podía disimular el silencio incómodo entre Allyson y Mike. La adrenalina del tiroteo seguía corriendo por sus venas, pero ahora todo parecía en cámara lenta. El vendaje improvisado en el hombro de Allyson era un recordatorio vivo de lo cerca que habían estado del desastre. Allyson marcó la línea segura con manos temblorosas, mientras Mike la observaba en silencio.
—Aquí Matthews —respondió la voz firme del supervisor al otro lado de la línea, sin necesidad de presentación—. Reporten.
Allyson tragó saliva.
—Fuimos emboscados en las afueras del pueblo. Una van nos cerró el paso. Dispararon directamente contra nosotros. Estoy herida en el hombro, pero la bala no entró… solo un rasguño.
—Estamos casi bien —murmuró Mike, como si Matthews pudiera verlo.
La voz del supervisor sonó grave, con una calma que ocultaba la tensión subterránea.
—Primero, revisen esa herida. No quiero que se complique una infección por algo tan