Allyson Drake se encontraba sola en la habitación del motel donde se refugiaban temporalmente. La lámpara del buró apenas iluminaba la estancia, proyectando sombras largas sobre las paredes. Había apagones intermitentes en todo Grayhaven desde hacía días, y cada vez que las luces titilaban, un escalofrío recorría su cuerpo.
Se sentó en el borde de la cama, con las manos temblorosas sobre las rodillas. Desde niña, la oscuridad había sido su condena. No era solo un miedo irracional: la oscuridad le recordaba cada momento de su vida en el que había estado a merced del dolor y la vulnerabilidad.
Controla la respiración, Allyson… controla la respiración, murmuró para sí misma, cerrando los ojos. Pero cada zumbido de la bombilla, cada segundo en que la penumbra parecía tragarse la habitación, la devolvía al borde del abismo.
Torres golpeó suavemente la puerta.
—¿Estás bien?
Ella tardó unos segundos en contestar.
—Sí… solo estoy… cansada.
Él entró, la observó y no dijo nada. Sabía que ment