Los peones que regresan

La noche cubría Grayhaven como un manto pesado. El sheriff Thomas seguía repasando mentalmente los reportes inconclusos cuando, en otro rincón del pueblo, una camioneta negra se detenía en las afueras de un motel de carretera.

De la puerta trasera descendió Ethan, el rostro medio oculto por una capucha, y enseguida lo siguió Lizzie, más nerviosa que nunca. Llevaban varios días en silencio, a la espera de órdenes. Ahora Judy los había reclamado de vuelta.

—No me gusta esto —murmuró Lizzie, observando los neones parpadeantes del lugar—. Creí que ya estábamos fuera.

Ethan apretó la mandíbula, tomando su mano con fuerza.

—Nunca se está fuera cuando entras en un juego como este. Judy dijo que nos necesitaba, y eso significa que no tenemos elección. Nos tiene en sus manos.

Dentro de una habitación mal iluminada los esperaba Blake. Cerró la puerta tras ellos y les lanzó una mirada dura.

—Bienvenidos de nuevo al tablero. La jefa quiere que se mezclen entre la gente,