La casa estaba tranquila, pero el aire no estaba completamente limpio de la tensión acumulada.
El aroma a comida flotaba en el ambiente, una señal de que Sonia seguía moviéndose por la cocina, concentrada en la cena que pronto estaría lista.
Asteria y Lysandra estaban sentadas en la sala, la luz cálida de la lámpara proyectando sombras suaves sobre sus rostros mientras intentaban asimilar todo lo que había ocurrido en las últimas horas.
El agotamiento estaba ahí, hundiéndose en sus huesos, pero ninguna de ellas lo mencionaba.
Asteria apoyó el codo sobre el brazo del sofá, su mano descansando contra su frente, los ojos fijos en algún punto indefinido.
Lysandra mantenía la espalda recta, su postura siempre firme, siempre alerta, incluso en momentos de aparente calma.
Fue Nadia quien rompió el silencio.
Suspiró primero, su cuerpo reflejando la inquietud que había estado acumulando desde que escuchó la última conversación en la comisaría.
—Ese hombre…
Su voz fue