Rossyn sintió un temblor en las manos. El corazón le latía tan rápido que parecía querer escapar de su pecho. Miró a Elliot con una mezcla de rabia, asco y decepción. No más engaños. No más mentiras. No más él.
De pronto, sin pensarlo demasiado, levantó la mano con fuerza y descargó una bofetada directa en su rostro. El golpe resonó en el aire, seco, contundente.
—¡No te quiero en lo absoluto! —gritó con voz quebrada—. ¡Ya sé quién eres tú! ¡Y me das asco!
Elliot dio un paso atrás, sorprendido, sujetándose la mejilla adolorida. La rabia se asomó en sus ojos, pero intentó contenerla, cambiar su expresión por una más suave.
—¿Qué...? Rossyn, amor, ¿de qué estás hablando? ¿Qué te dijeron? Esto... esto es un malentendido, amor, ven conmigo y lo hablamos tranquilos.
Las chicas que habían acompañado a Rossyn durante su huida bajaron del auto, alarmadas por la escena.
—¡Vete ahora mismo o llamaremos a la policía! —le gritó una de ellas con valentía, interponiéndose entre Rossyn y Elliot.
—¡Cá