—Nelly… —pronunció Jeremías, su voz temblando de incredulidad mientras cruzaba la puerta.
Sus ojos se posaron rápidamente en el hombre que yacía en la cama, y un torrente de rabia lo invadió.
Nelly retrocedió un paso, sintiendo que el aire se le escapaba de los pulmones.
Era como si el mundo que había construido se estuviera desmoronando a su alrededor.
La culpa la consumía, y en su interior, sabía que había roto algo fundamental entre ellos.
—¡Lo siento tanto, Jeremías! —exclamó, su voz llena de angustia, mientras sus lágrimas comenzaban a brotar.
Jeremías la miró, incrédulo, y su expresión cambió de sorpresa a furia. En ese instante, Ethan abrió los ojos, aún adormilado, pero pronto se dio cuenta de la realidad que lo rodeaba.
—¡Mierda…! —murmuró, y antes de que pudiera procesar la situación, Jeremías se lanzó contra él, lleno de rabia y furia, golpeándolo con toda su fuerza.
Nelly gritó, asustada y desesperada.
—¡No lo hagas, Jeremías! ¡Detente! —suplicó, pero sus palabras parecían