Oriana se quedó con la pequeña Nelly, cuidándola con delicadeza, apenas asegurándose de que la niña estuviera completamente recuperada.
Su corazón estaba lleno de preocupación, pero también de alivio al ver que Nelly sonreía otra vez y jugaba sin dolor.
Mientras tanto, Sienna regresó con Alexis, que la condujo hasta la imponente casa de los García Ruiz. La tensión entre ellos era palpable, un hilo invisible que los mantenía unidos y a la vez los separaba.
—Por favor… ven esta noche a casa —rogó Alexis con voz apenas contenida, mientras sus ojos buscaban una chispa de comprensión en los de Sienna.
Sienna frunció el ceño, sintiendo cómo cada palabra de Alexis le atravesaba como un puñal invisible.
—¿Qué harás ahora, Alexis? —preguntó con firmeza, tratando de no temblar—. ¿Cómo planeas reparar lo que rompiste?
—Confía en mí —respondió él, intentando transmitir seguridad, aunque sus propios gestos mostraban duda y desesperación.
Ella negó con la cabeza, el peso de la desconfianza, pesándo