Por fortuna, Alexis corrió con todo su cuerpo y corazón desesperado, alcanzando a su hija justo a tiempo.
La levantó en sus brazos, sintiendo su pequeño cuerpo temblar entre los suyos, y pudo apartarse del peligro, mientras un auto pasaba demasiado cerca, haciendo sonar el claxon de manera estridente y lanzando insultos por la ventana.
Finalmente, lograron llegar al otro lado de la calle, ilesos, aunque ambos respiraban agitadamente, con el pulso acelerado y el miedo grabado en cada mirada.
—¡Melody! —exclamó Alexis, abrazándola fuertemente contra su pecho—. No debiste cruzar así la calle… ni intentar escapar del colegio.
La niña sollozaba, apoyando su rostro contra su padre, y sus palabras lo hicieron estremecer, como ningún otro evento en su vida lo había hecho.
—Papito… ¿No me quieres?
El corazón de Alexis se rompió en mil pedazos.
Abrazó a su hija con toda la fuerza que tenía, como si así pudiera reparar los segundos que casi la separan de él.
—¡Te amo, mi amor! —gritó con la voz