Nelly dio un paso atrás con brusquedad, como si el contacto de su piel con la de él le quemara.
—¡Pensé que no estabas consciente! —exclamó, con la voz temblorosa, sin saber si estaba más sorprendida o furiosa.
Él esbozó una sonrisa triste, casi resignada.
—Fue un hermoso despertar —susurró, buscando sus ojos con una ternura que solo logró enfurecerla más.
Ella negó con firmeza, apartando la mirada.
—No quiero esto —dijo con un hilo de voz que se quebraba bajo el peso del dolor.
—Nelly… perdóname —rogó él, con el alma hecha pedazos.
La mujer lo miró con incredulidad, con un gesto que oscilaba entre el desprecio y la compasión.
—¿Perdón? ¿Me estás pidiendo perdón ahora? —su voz se alzó, cargada de rabia contenida.
—Sé que… sé la verdad —balbuceó él, como si cada palabra le costara la vida—. Sé que fue Bruno el culpable de todo. Lo hiciste por mí, para protegerme. Te sacrificaste por amor. ¡Todo ha sido culpa mía! He sido un idiota… cruel contigo… ¡Perdóname, por favor!
Nelly permaneció