Nelly temblaba mirándolo; no sabía qué responder, no sabía cómo reaccionar, no encontraba las palabras que pudieran salvarla de aquel instante que parecía eterno, sofocante, todos los ojos estaban en ella, esperando su respuesta.
¿Cómo negarse ante tanta gente sin que esto fuese una humillación para Jeremías?
Sentía que todo su cuerpo estaba prisionero de un miedo extraño, de un peso que la aplastaba contra el suelo, como si el aire mismo se hubiera vuelto espeso, imposible de respirar.
Todos guardaban silencio, esperaban una respuesta. Esperaban un sí que aún no se pronunciaba.
El salón ahora parecía congelado, todos esperando el momento perfecto para aplaudir a los novios.
Pero, Nelly solo sentía su corazón latiendo con una fuerza descomunal, un miedo, unas ganas de escapar, un golpe en su alma que retumbaba en sus oídos, que le dolía en el pecho, que le gritaba que aquello no estaba bien, que nada estaba bien.
Jeremías la miró.
Sus ojos, cargados de ansiedad, de súplica, de un amor