En el hospital, el ambiente era pesado, cargado de una tensión palpable que parecía envolver a todos los presentes. Fernanda caminaba de un lado a otro, su mente una tormenta de pensamientos caóticos y emociones desbordadas.
La ansiedad la consumía, cada paso que daba resonaba como un eco de su desesperación. A su lado, Enzo la observaba con preocupación, su presencia, un ancla en medio de la tempestad que azotaba el corazón de Fernanda.
A unos pasos de distancia, su cuñado Logan y su hermana Pía intercambiaban miradas preocupadas, pero sus rostros no reflejaban la misma angustia que sentía Fernanda.
La espera se hacía interminable, y la incertidumbre se convertía en un monstruo que devoraba su calma.
De repente, las puertas del área de emergencias se abrieron, y el doctor apareció, su expresión grave presagiando malas noticias.
Sin pensar, ambas hermanas corrieron hacia él, la esperanza brillando en sus ojos, a pesar del miedo que las envolvía. Pero las palabras que salieron de los la