Ethan se había ido hacía apenas unos minutos, pero la ausencia de su protección hacía que todo se sintiera más aterrador. Nelly permanecía paralizada, con el corazón latiendo a mil por hora.
Cada sombra, cada sonido dentro de la mansión le hacía temblar. No podía creer lo que estaba por ocurrir, y, sin embargo, sabía que no tenía salida.
Bruno apareció a su lado en un instante, y antes de que pudiera reaccionar, le tomó el brazo con firmeza. La fuerza de su agarre la hizo estremecerse, y un escalofrío recorrió su espalda.
—Vamos —dijo el hombre, con voz baja y segura, mientras la arrastraba hacia adentro de la casa.
Nelly lo miró con odio absoluto, con los ojos llenos de furia y lágrimas contenidas.
—¡¿Qué más quieres?! —gritó—. Déjame ver a mi abuelo.
Bruno sonrió, pero no había en su rostro ni un atisbo de bondad. Solo un reflejo frío y calculador.
—Bien —dijo—. Si quieres verlo, ven conmigo.
Ella no tuvo opción más que seguirlo. Subieron las escaleras en silencio, cada paso aumenta