9. La Madre Luna
Elara camina junto a Matías por los pasillos del palacio, dirigiéndose a los aposentos de la Madre Luna. A cada paso, su mente sigue atrapada en la conversación con el rey Aleron, en todo lo que ha descubierto y en lo que aún le cuesta aceptar. Su cuerpo está en movimiento, pero su mente sigue repasando una y otra vez la historia que él le ha contado.
Al llegar al salón del piano, nota que este es negro. Claro, lo recuerda: tras subir las escaleras, no giraron a la derecha, sino a la izquierda. Eso solo puede significar una cosa: hay dos salones con piano. El eco de sus pasos resuena en las altas paredes decoradas con esmero. Todo parece una réplica exacta en cuanto al diseño y la disposición de las esculturas, salvo por un detalle: el color del piano. La suave luz matinal se filtra por los ventanales, tiñendo las esculturas y las pinturas con un resplandor dorado que otorga al lugar una atmósfera solemne y casi sagrada.
Siguen avanzando hasta el lado izquierdo del salón, donde se abre