34. Si no es suyo, no lo quiero
Elara se da la vuelta para marcharse, pero aún no ha dado dos pasos cuando la voz de Matías la detiene.
—No debería huir de mí… como lo hizo en la biblioteca.
Ella se queda quieta. La brisa agita levemente su vestido. No se atreve a girarse.
—No estoy huyendo —miente, con la voz baja.
—Sí, lo está. Pero no voy a detenerle —dice él con suavidad—. Solo quiero que sepa que no voy a presionarle. No le haré nada indebido ni haré nada que comprometa su honor. Lo que sea que sienta ahora… yo sé que no es completamente suyo. Es un eco, un residuo de lo que vivió conmigo… o con alguien que se parece a mí.
Elara se gira despacio. Lo encuentra mirándola con una serenidad que la desarma más que cualquier pasión.
—Entonces ¿por qué lo haces tan difícil? ¿Por qué me miras como si, en silencio, me suplicaras que no me aleje? —le pregunta, y en su voz tiembla una mezcla de rabia, deseo y miedo.
—Porque luchar contra esto también es difícil para mí —responde él, dando un paso hacia ella—. Nadie