26. No soy la Bella, ni quiero a la Bestia
Elara camina hacia el balcón con pasos decididos, sin rastro de miedo. No le teme. Lo sabe. Puede sentirlo con cada fibra de su cuerpo: Damián no le hará daño. Quizá nunca lo haría. Y aun así, cuando se planta frente a él, a tan solo un par de pasos, su cuerpo tiembla.
Damián se da cuenta al instante y sonríe con ese cinismo que parece envolverlo siempre.
—¿Tiembla la valiente SuperLuna? —bromea, acomodándose sobre la baranda—. Dime, ¿es miedo a mí?
Elara mantiene la mirada, desafiante, aunque su voz se suaviza.
—Bien sabes que no te temo, Damián... ¿O quieres que así sea?... Estoy por creer que disfrutas provocarles miedo a las personas.
—¿Entonces qué es? ¿Frío?
Vuelve a temblar. Cruza los brazos sobre el pecho, intentando guardar calor.
—Por supuesto, es la frialdad de la noche… Hace mucho frío aquí. ¿No lo sientes?
Damián aparta la vista hacia el cielo oscuro, indiferente.
—No. No siento frío ni calor. —Su voz es un eco sereno, casi vacío—. Prácticamente, estoy muerto. M