22. Fragmentos de un SuperAlfa
El sol de la tarde ya baña los cristales de la gran lámpara del vestíbulo cuando Elara decide tomar un atajo por los jardines internos del palacio. No es que tenga prisa, pero la idea de rodear todo el ala oeste para llegar a conocer el lago no le resulta atractiva. Además, el rumor del viento entre los arbustos y el perfume de las flores recién regadas le ofrecen una pausa más agradable que los silenciosos y largos pasillos de mármol.
Dobla una esquina y, al llegar al pequeño invernadero acristalado que conecta con los jardines, se detiene. A través del vidrio empañado por el rocío, distingue una figura que le resulta familiar. Alto, pálido, de espaldas anchas, cabello recogido en una coleta baja… Patric.
Le parece extraño que no esté entrenando con la espada.
Elara entrecierra los ojos, intrigada. Patric está inclinado sobre una mesa de madera cubierta con herramientas, cuerdas y lo que parecen ser pequeños trozos de madera tallada. Su camisa está remangada hasta los codos, y la