20. El SuperAlfa del trono carmesí
Aún es temprano en el palacio. El sol apenas atraviesa los vitrales altos del vestíbulo, proyectando manchas de colores sobre los suelos recién pulidos. El aire huele a lavanda y madera encerada. Sirvientes cruzan los pasillos con escobas, regaderas y sábanas dobladas, moviéndose en silenciosa coreografía para devolverle el orden al día.
Elara sube los escalones con paso tranquilo, rumbo a la planta alta del ala oeste, donde la espera su habitación. La tela ligera de su vestido roza la piedra con un suave susurro. Está pensando en el entrenamiento que se viene, en la aprobación pendiente del rey…, cuando una risa atraviesa el aire, cristalina y contagiosa. Proviene del ala este.
Frunce el ceño.
«Seguramente no es asunto mío», piensa al llegar al rellano. Dobla a la izquierda… pero se detiene. Otra carcajada, ahora masculina, la alcanza como un eco. Y luego otra más, y otra. Voces entrelazadas en un ambiente tan ligero que rompe por completo con la rigidez habitual del palacio.
Elar