Las 6:00 AM me encuentran sola en mi cama, las sábanas revueltas como testimonio de una noche de sueño inquieto. El sofá donde dejé a Jesús está impecable, solo un pliegue en la manta delata que alguien durmió ahí. No hay nota, no hay mensaje. Nada más que el leve aroma a su colonia flotando en el aire, un fantasma que pronto se disipará.
Me paso los dedos por el pelo revuelto mientras preparo café, preguntándome cómo es posible que un hombre como él—tan lleno de pasión contenida—pueda ejercer tanto autocontrol. Debería sentir alivio. En cambio, siento algo peligroso: decepción.
La oficina hierve con rumores antes de que yo llegue. Sofía está en el centro del escándalo, sus labios pintados de rojo moviéndose como alas de colibrí mientras susurra a un grupo de colegas.
"—el guardia nocturno los vio salir juntos—"
Sus palabras se cortan cuando me ven entrar. Alberto se levanta de su silla como un resorte, su rostro congestionado de indignación masculina herida.
—Están habland