El avión ya surcaba el cielo europeo. Abajo, solo un mar de nubes gris perla cubría el continente que lentamente iban atravesando. El zumbido del motor era constante, envolvente, como una canción monótona que anestesiaba los pensamientos.
La mayoría del personal de a bordo se había retirado hacia la parte trasera del jet. Solo quedaban ellos dos, sentados en la primera fila de asientos ejecutivos, separados por un estrecho descansabrazos, inmersos en documentos y archivos digitales proyectados en la tablet de Isabella.
Habían avanzado bastante. Revisión de propuestas, orden de presentación, acuerdos previos. Pero la conversación cada vez se volvía menos sobre negocios y más… sobre pausas. Sobre miradas que duraban medio segundo más de lo habitual. Sobre suspiros que llegaban sin permiso. Sobre un roce accidental de dedos al alcanzar el mismo bolígrafo.
Isabella había dejado de fingir que no sentía el peso de su presencia.
Y Marcos, con su lenguaje corporal preciso, controlado, se nota