La luz de la mañana entraba suavemente por los ventanales de la casa de Isabella, iluminando cada rincón con un tono cálido y acogedor. La joven se encontraba sentada frente a su escritorio, con una sonrisa que no podía borrar de su rostro. Sus pensamientos giraban una y otra vez alrededor de Marcos, de la propuesta, de la felicidad que sentía y de la seguridad que ahora experimentaba al saber que ambos darían el siguiente paso en su relación. Cada pequeño detalle de los últimos días, cada gesto, cada palabra de Marcos, la llenaba de alegría y emoción.
Isabella tomó su teléfono y, con manos ligeramente temblorosas por la emoción, escribió un mensaje a Charlotte, su amiga y ex compañera de oficina en la empresa de Marcos. Charlotte había sido su confidente durante años y ahora Isabella sentía que no podía esperar para compartir su alegría con alguien de confianza.
Isabella: Charlotte, ¿puedes verte conmigo en horas de almuerzo? Hay algo que quiero contarte.
No pasó mucho tiempo antes d