La mañana se desplegaba tranquila, con una luz cálida filtrándose a través de las ventanas del pequeño café donde Marcos había decidido encontrarse con Fernando y Camilo. El aroma a café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el murmullo suave de los clientes y el tintinear de tazas y cucharillas. Para muchos, era un lugar común, cotidiano, pero para Marcos era el escenario perfecto para sentarse, respirar y compartir un momento importante con sus amigos más cercanos. Había algo en ese café, en la calma de la mañana, que le permitía hablar con sinceridad, sin presiones, y sentir que podía planificar con claridad lo que estaba por venir.
Marcos estaba sentado en una mesa al lado de la ventana, con un café humeante frente a él. Su mirada se perdía por un instante en la calle, observando el paso lento de los transeúntes, pero en su interior, su corazón latía acelerado. La felicidad que sentía por cómo estaban marchando las cosas con Isabella era casi tangible. Después de tantas se