Habían pasado tres semanas desde aquel accidente que había cambiado tantas cosas. La vida en la mansión y en la empresa comenzaba a fluir nuevamente con normalidad. Fernando estaba físicamente recuperado, y aunque seguía fingiendo no reconocer del todo a Isabella, su mente estaba clara; su silencio y sus gestos cuidadosos tenían un propósito: facilitar que Isabella y Marcos vivieran su amor sin impedimentos. Nadie más podía saber que él recordaba cada detalle, cada sonrisa, cada gesto de Isabella, porque él mismo había decidido protegerla, a pesar de que su corazón lo desgarrara.
Marcos observaba desde hace días cómo Fernando se movía con naturalidad en la casa y en la empresa, cómo compartía con Leo y mantenía conversaciones cordiales con Isabella, sin revelar nada de lo que sentía. Saber que su amigo estaba estable y recuperado le daba un alivio enorme. Por fin podía concentrarse en lo que realmente deseaba: reconquistar a Isabella y devolverle la felicidad que siempre había merecid