El silencio entre ellos seguía intacto después de que Fernando pronunciara aquellas palabras: “Sabía que esta pregunta iba a llegar en algún momento.”
Marcos sintió que el aire se volvía más denso, como si la oficina entera contuviera la respiración junto con él.
Fernando soltó un suspiro, un suspiro largo, cargado de memorias y de cosas que había guardado demasiado tiempo.
—Marcos… —repitió, esta vez con la voz más suave— voy a decirte todo. No te voy a ocultar nada.
Marcos apretó las manos sobre sus rodillas. Su corazón latía rápido, pero estaba decidido a escuchar, sin interrumpir, sin juzgar.
Fernando se recostó contra el respaldo de su silla, miró por un instante el gran ventanal, como si buscara allí el valor para continuar, y luego volvió a fijar la mirada en su amigo.
—Desde la vez que vi a Isabella… —comenzó— aquella ceremonia donde nos encontramos, ¿la recuerdas?
Marcos asintió sin hablar.
—Ese día, apenas la vi a ella… y a ti mirándola… yo supe que a ti te gustaba —confesó