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Capítulo 248: Lo que nunca se dijo

La habitación permanecía en penumbra, iluminada solo por la tenue luz que se filtraba desde el pasillo. Fernando permaneció de pie un momento, respirando hondo, creyendo firmemente que Marcos seguía dormido. Esa falsa quietud le dio el valor que nunca había tenido, el permiso que jamás se permitió cuando estaban frente a frente.

Se acercó un par de pasos, lo suficiente para verlo de cerca. La palidez. El cansancio. El desgaste. Y aun así, esa terquedad intacta en su expresión incluso dormido.

Fernando tragó saliva, sintiendo cómo las palabras se le quedaban atoradas en la garganta.

—¿En qué momento nos distanciamos tanto…? —murmuró, con la voz rota, casi irreconocible—. ¿Cuándo dejamos de ser hermanos?

Marcos no se movió, pero por dentro, algo en su pecho dio un vuelco doloroso. Las palabras lo atravesaron como agujas calientes, obligándolo a contener el impulso de abrir los ojos… porque si lo hacía, Fernando callaría.

—Si te mueres así, sin haberme dicho nada, sin haber aclarado todo
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