La mañana se despertaba cálida y tranquila, y Isabella estaba acomodando unos papeles sobre la mesa del comedor cuando Sofía entró con una energía contagiosa, sosteniendo una taza de jugo de naranja y con la mirada brillante de emoción.
—Isa —dijo con entusiasmo—, estaba pensando… como mañana es domingo, ¿podríamos salir a pasear un rato? Y… ¿podemos invitar a Leo y a Fernando? —añadió con un brillo travieso en los ojos—. Sería divertido.
Isabella levantó la mirada, arqueando una ceja mientras se apoyaba en la encimera, dejando los papeles a un lado. Su expresión era mitad curiosa, mitad sorprendida.
—Espera, espera —dijo, con un tono que mezclaba diversión y desconcierto—. Desde cuándo nuestras salidas ya no son de solo dos hermanas. ¿Ahora vamos a ir acompañadas de otra compañía?
Sofía se encogió de hombros, con una sonrisa juguetona que no podía ocultar.
—Es que… me la paso muy bien con Leo —explicó—. Y además, en el colegio estamos tan ocupados todo el tiempo, entre clases, proyec