La tarde en la oficina parecía eterna. El murmullo de los teclados y el vaivén de papeles apenas disimulaban el cansancio que todavía sentían después de la noche anterior. Isabella estaba revisando unos informes cuando Charlotte se acercó con un par de cafés en la mano y una mirada pícara.
—Toma, Isa —dijo dejándole uno sobre el escritorio—, a ver si con esto revivimos un poco.
—Gracias… —respondió Isabella, llevándose el vaso a los labios y suspirando después de un trago.
Charlotte se sentó frente a ella, cruzando los brazos con gesto inquisitivo.
—Bueno, ¿y qué planes tienes para esta noche? Porque con esa carita que traes no me digas que vas directo a la cama.
Isabella titubeó, bajando la mirada a los papeles. Luego se armó de valor.
—Hoy… voy a salir con Fernando.
Charlotte abrió los ojos con sorpresa, pero en seguida esbozó una sonrisa cómplice.
—¡Vaya! Pues me parece bien, Isa. Al menos así vas a poder olvidarte un rato del jefe.
Isabella soltó una risita nerviosa, como si hubie