El auto avanzaba silencioso por la avenida iluminada tenuemente. Isabella mantenía el ramo de flores sobre sus rodillas, distraída con las luces de la ciudad que pasaban como destellos. Fernando no apartaba la vista del camino, pero en su rostro se dibujaba una seriedad distinta, como si ya supiera la pregunta que venía.
—Isabella… ¿segura que quieres saber lo que pasó entre Marcos y yo? —preguntó de pronto, con un tono grave, casi advertencia.
Ella giró el rostro hacia él, sorprendida por el cambio en su voz.
—Sí —respondió con firmeza, aunque su corazón latía más rápido—. Si no quieres contármelo, lo entenderé, pero necesito saberlo.
Fernando soltó una risa seca, amarga.
—No es fácil hablar de esto. —Apretó con fuerza el volante, los nudillos se le pusieron blancos—. Pero si lo preguntas… entonces escucha.
El ambiente dentro del auto se volvió denso, como si el aire se espesara de golpe. Isabella lo miraba en silencio, esperando cada palabra, con la sensación de que lo que estaba a