El bullicio del bar de élite no le hacía justicia.
Zander Perseus se encontraba en uno de los rincones más exclusivos, rodeado de copas de cristal que tintineaban al son de risas forzadas y un jazz suave.
El aire estaba impregnado de un aroma a whisky añejo y el humo de puros cubanos, un escenario que, para cualquier otro, sería el epítome del éxito. Pero Zander, con su imponente figura, parecía ajeno a todo.
Su mirada estaba completamente perdida, como si su mente estuviera en un lugar inalcanzable, muy lejos de las palabras serviles de sus compañeros.
―Mi señor Perseus, dígame qué le ocurre, parece que se encuentra un tanto molesto... —La voz de uno de los hombres que lo acompañaban se mostró preocupada, aunque su temor era palpable.
―¿Qué dices? Es obvio que nada molestaría a nuestro gran señor Perseus —interrumpió otro, con un tono condescendiente—. Él es el hombre más importante de la ciudad. Lo tiene todo: dinero, mujeres, todo lo que cualquier persona desearía, ¿por qué estaría