Después de que nació su hijo, Alma Chávez, se rehúsa a corresponderle a Marcos de la forma que cualquier esposa lo haría. El hombre entendió cuando ella le manifestó las razones, y no la ha tocado en casi dos años. Sin embargo, todo cambia cuando Alma lo descubre con otra mujer en la oficina. A partir de entonces, su matrimonio flaquea, pero se aman y luchan por arreglarlo. En el proceso, a Alma le son revelados oscuros secretos del pasado de Marcos que amenazan con destruir completamente lo que han construido. No obstante, el guapo hombre conoce que siempre ha sido irresistible para ella y usa esa herramienta a su favor, acudiendo a sus dotes de seducción como último recurso para obtener el perdón de su esposa. ¿Se resistirá Alma, manteniéndose firme en sus convicciones, o caerá en la tentación, dejando que el perverso hombre la someta de la forma como solo él podría hacerlo?
Leer más—Alma. ¡Te juro que no es lo que parece! —Exclamó Marcos Rubio cuando su esposa lo encontró con otra mujer en la oficina—. Ella apareció de repente y se me fue encima, yo jamás…
Pero antes de que pudiera terminar, Alma se lanzó sobre Mónica Soler y la agarró del cabello, dispuesta a arrojarla a través de la ventana del veinteavo piso. Mónica gritó, intentando zafarse de su agarre, pero no logró hacerlo hasta que la secretaría de Marcos intervino para separarlas.
—¡Fuera! —Gritó Alma a la amante de su esposo antes de escupirle insultos a la cara—. Si vuelves a poner un pie en esta empresa, te sacaré a rastras… ¡Fuera!
La aludida recogió la blusa y huyó del lugar evitando que la mujer volviera a írsele encima. Alma siempre fue tranquila, pero ahora la furia hervía en su sangre. Hace mucho tiempo sospechaba que Marcos le era infiel, pero jamás creyó que lo hallaría en pleno acto.
—Alma —Marcos se interpuso delante de ella cuando intentó abandonar la oficina—, déjame explicártelo. Sé que suena estúpido, pero no te engaño, y nunca…
Antes de que pudiera terminar, Alma le propinó una bofetada que le dejó los dedos marcados en la mejilla.
—¿A caso me crees tonta? —Espetó mirando a su esposo con odio—. Sé perfectamente lo que vi.
En vista de que la mujer estaba cegada por la rabia, Marcos la dejó marchar, maldiciéndose así mismo por haber sido tan débil. Si Alma no los hubiera descubierto, probablemente le habría sido infiel.
—Intente detenerla, doctor, pero no logré hacerlo.
Victoria Fernández, su secretaria, habló con voz temblorosa. Marcos la miró y reflexionó sobre lo que acababa de pasar. Alma había llegado hecha una furia como si supiera que él estaba allí con otra mujer.
—Usted le dijo que Mónica estaba aquí, ¿verdad? —Marcos le lanzó una mirada fulminante.
—¿Qué? No, claro que no.
Alma y Victoria se habían hecho muy buenas amigas, así que era obvio que la mujer mentía.
—Esta despedida —decidió Marcos, enfurecido—, recoja sus cosas y márchese.
El rostro de Victoria traslució terror. Había tenido que competir reñidamente por ocupar aquel lugar, con aspiraciones de ascender dentro de la empresa.
—Pero, doctor, ¿por qué? No me haga esto, por favor —suplicó Victoria—. Mi madre está enferma, y necesito mi trabajo para pagar las cuentas de la clínica…
—No fue eficiente, debió haberme avisado que Alma venía para acá —dijo Marcos inflexible—. Y no se moleste en regresar por su liquidación.
—Pero doctor…
Victoria lo siguió a través del pasillo, rogándole para que no la despidiera, pero Marcos no se retractó de su decisión, ni siquiera cuando ella se echó a llorar.
***
Alma apresuró el paso cuando escuchó el claxon del auto de Marcos a su espalda, pero el hombre la alcanzó en un callejón oscuro y sin salida. La lluvia caía con violencia y sus ropas estaban empapadas.
—¡Atrás! —Alma tomó el dije en forma de cruz que colgaba de su cuello y le apuntó con este al traidor—. Atrás, demonio.
Marcos la arrinconó contra la pared, rogándole perdón, pero ella le golpeó el duro pecho en gesto de rechazo.
—No voy a justificar lo que estuve a punto de hacer —dijo el hombre, traspasándola con sus ojos del color de la miel—, pero tienes que entender que en parte también ha sido tu culpa. Si me dieras lo que me corresponde no tendría que poner los ojos sobre otras mujeres.
—¿Estás diciendo que es mi culpa? —Alma lo miró con dramática sorpresa.
—Solo digo que deberías darme lo que me corresponde —susurró Marcos—. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvimos juntos.
Alma quiso taparse los oídos. Él la había engañado y jamás lo perdonaría, pero ¿por qué no podía dejar de sentir aquellos extraños hormigueos cada vez que Marcos estaba tan cerca y le hablaba de aquella forma? Desde que se casaron solo se acostó con él cuatro veces hasta la concepción de su hijo Matías.
—Sé que quieres —Marcos acercó su rostro al de ella—. Sé que me deseas tanto como yo te deseo a ti. ¿Por qué es tan difícil para ti desarraigarte del pasado? Comprende de una buena vez que es natural.
—Ya lo hemos hablado —Alma miró hacia otro lado. Le resultaba imposible sostenerle la mirada a su esposo cuando él la veía con tanto deseo—. Fue la forma como me educaron, y no puedo cambiarlo.
—Claro que puedes, y yo te ayudaré —Marcos le acercó sus labios al oído y prosiguió—: ¿recuerdas la primera vez que lo hicimos? Estabas tan asustada, pero después no querías que parara. Mojaste las sábanas y arañaste mi espalda mientras te retorcías debajo de mí. Fue tan bueno. Sé que lo amaste tanto como yo.
—Cállate.
—¿Por qué? ¿Se te eriza la piel cuando te hablo de esta forma? —Marcos la tocó por encima de su vestido, arrancándole un jadeo—. Vamos a casa. Te compensaré por todo lo que pasó, y estarás agradecida.
Alma se negó a escucharlo y sentirlo, lo cual hizo que Marcos se enfureciera. Él la agarró del cuello (sin lastimarla) y clavó sus ojos en los de ella.
—No podemos seguir así —gruñó—. He tratado de entenderte, pero ya no puedo más. Debes cumplir con tus obligaciones como esposa, o de lo contrario, nos separaremos. Nuestro matrimonio se habrá roto y será tu culpa. ¿Lo entiendes?
A pesar de todo, Alma no tenía la suficiente fuerza de voluntad para dejarlo. Aún lo amaba como la primera vez y Marcos lo sabía, así que no discutió más con él. Marcos le presionó los labios suavemente contra la comisura de su boca y se separó para mirarla a los ojos.
—Te amo —dijo en voz más receptiva—. Vamos al auto. Prepararé la cena esta noche, no me gusta que estés enfadada conmigo.
Durante el camino él se mostró atento e intentó hacer algunos chistes para que ella cambiara su humor, pero Alma no menguó su actitud y optó por castigarlo con su silencio.
Una vez llegaron a su casa, ubicada a las afueras de la ciudad, Alma se encerró en su habitación y evitó que Marcos le colocara las manos encima. El hombre ya no se mostró enfadado, sino comprensivo. Realmente, solo quería hablar con ella y arreglar la situación.
—No voy a obligarte a hacer nada que no quieras —dijo Marcos, dando ligeros golpes a la puerta—. Nunca te engañé. Solo quiero que me creas. Odio oírte llorar por mi culpa.
Sin embargo, el llanto de Alma no se debía solo a su traición. En realidad, desde que amaneció su día iba de mal en peor: Matías se cayó por las escaleras, había encontrado a su esposo siéndole infiel y ahora tenía ante sus ojos los resultados de los exámenes médicos que se mandó hacer cuando empezó a sentirse mal.
—Esto no puede ser cierto —dijo Alma, observando las lágrimas caer sobre el papel que sostenía en sus manos temblorosas—. No, por favor, tiene que ser un error.
Victoria despertó, sus manos estaban atadas a cuerdas que colgaban del techo. Intentó dar un paso, pero Charlie le había pasado un lazo alrededor de los tobillos. Un ligero vistazo alrededor le hizo comprender que se hallaba al interior de un garaje vacío. La única luz provenía de dos ventanas altas en las paredes a sus flancos. Charlie se hallaba en frente de ella, escrutándola con una mirada de lobo feroz. La camiseta abierta y sin mangas dejaba al descubierto la piel dura y tonificada del hombre.Charlie gozaba de una apariencia que habría seducido a una de aquellas mujeres con las que el sujeto solía estar, pero Victoria no profesaba interés hacia los hombres, mucho menos hacia el asesino de su hermana.—Hoy haré todas tus fantasías realidad, preciosa —Charlie cerró la distancia entre él y Victoria. Hacía rodar un puñal de hoja brillante en sus manos—. Sé que estás enojada conmigo, pero hoy haré que dejes de un lado aquel horrible pasado —Charlie colocó la punta del puñal en el cu
Esta noche todo terminaría. Terminar. Eso era lo único que importaba. Se iría lejos por un tiempo, después regresaría para estar con ella. Alma. Su mejor amiga. O quizá, mucho más que eso.Marcos lo sabía todo, estaba segura de ello. La policía la atrapó en la Costa Oeste. Marcos la había denunciado. Tenía que admitir que el hombre era astuto. ¿Cómo la había encontrado? ¿Cómo había logrado reunir las pruebas de sus asesinatos? ¿Cómo sabía de sus cuentas bancarias? En breve lo sabría. Lo obligaría a decírselo.Imaginaba la sorpresa en los ojos del hombre cuando la viera. Ella corrió con suerte. Un mes había pasado tras las rejas, pero cuando iba a ser juzgada algo hizo explosión en las instalaciones. Hubo caos, personas corriendo, confusión. Ella y otras prisioneras huyeron. No la atraparían. Huiría a través del mar. Todo estaba preparado.Victoria aguardó, escondida tras un árbol. No había nadie en la casa, pero según Charlie, Marcos siempre regresaba en la noche. El mejor amigo de M
Él también lucía muy bien. Con sombras bajo los ojos, barba y el cabello un poco más largo, pero bien. Alma casi había olvidado lo alto, fuerte y guapo que era su hombre. No verlo durante un tiempo ayudó a que se diera cuenta de ello. Marcos dio un paso hacia ella, ella se alejó, levantó la mano y le advirtió que no se acercara. —Entonces lo crees —había cólera en la voz del hombre—. ¿Crees todo lo que te dijo Charlie? —¿A caso no es verdad? Marcos separó los labios, luego pareció arrepentirse de lo que iba a decir. Tomó a Alma de las muñecas y le impidió que se zafara. Sus ojos destellaron con amenaza. ¿Iba a hacerle daño? ¿Quería obligarla a quererlo a pesar de lo que había hecho? La deseaba. Alma lo notó en su mirada. Y a pesar de todo, ella también lo hacía. —¿Cómo puedes…? —Marcos la apretó con fuerza. Ella chilló. Él la soltó—. No me conoces. Nunca lo has hecho. —Dime que no lo hiciste —rogó Alma—, dime que todo lo que Victoria y Charlie dijeron es mentira. Muéstrame que es
Ya no confiaba en Victoria. No sentía que Mati estuviera seguro con ella. Alma pagó por una llamada. Se comunicó con Charlie. El hombre se presentó una hora después. Con afán le contó todo lo que habló con Victoria y le pidió con tono suplicante que se llevara a Mati con él. En otras circunstancias hubiera sido la última persona a quien le confiaría algo tan importante, pero ahora Charlie era la persona en quien más confiaba. Él dijo: —Victoria dejó a Mati con su abuela. Margarita. Luego, se marchó. No sé a dónde, pero lo averiguaré. Después de lo que Mónica me dijo he estado investigando a la mujer. —¿Mónica? ¿Qué te dijo Mónica? —Que Marcos estaba en peligro... También encontré que la rubia usa una identidad falsa. Su nombre no es Victoria, es Elizabeth Beltrán, la misma chica que… Charlie calló e hizo un gesto como si hubiera soltado algo que no pretendía. Alma lo miró a los ojos y le exigió que le dijera todo lo que sabía. Así, Charlie le contó que había enfrentado a Victoria.
No había más que pudiera hacer, Victoria mantuvo su palabra y afirmó que los padres de Mónica mentían. Charlie, receloso, discutió con ella, Victoria respondió y propuso hacer una llamada, pero en aquel momento Alma intervino y detuvo la discusión. —Victoria no tendría por qué mentir —defendió a su amiga—. Además, este asunto no tiene relevancia ahora. ¿Qué nos importa a nosotros dónde esté esa mujer? Alma pidió a Charlie llevar a Victoria y a Mati de regreso a casa. Le hubiera gustado ver al pequeño, pero se sentía débil. No quería echarse a llorar y causarle un trauma. Charlie accedió a regañadientes y guío a Victoria y al chico hasta su auto en el parqueadero. La tensión fue palpable en el ambiente durante el camino. Reinó el silencio. Todavía estaba oscuro cuando llegaron a la casa. Victoria indicó a Mati que la esperase en la sala y una vez este obedeció se volvió para encarar a Charlie. Él se encontraba recostado en el auto con los brazos cruzados, sus ojos fulminaban a la muj
Alma condujo a toda prisa hacia el hospital. Margarita iba en el asiento de atrás al pendiente de Marcos, quien seguía inconsciente. La mujer no dejó de chillar e inculpar a Alma por lo que había hecho. Alma tenía los nervios de punta y en varias ocasiones estuvo a punto de salirse de la carretera. Resultó un alivio cuando por fin arribaron a su destino y los paramédicos ayudaron a transportar al hombre del auto a una camilla.Alma siguió al equipo médico a través del pasillo, pero estos la detuvieron antes de franquear una puerta. Ella no sabía qué le ocurría a Marcos. No había señales de heridas significativas, pero no abría los ojos y estaba tan inmóvil como una piedra. Sin embargo, se tranquilizó un poco cuando una de las enfermeras le indicó que aún seguía con vida.Los minutos y las horas transcurrieron con lentitud mientras Alma aguardaba en el pasillo. Se había alejado de Margarita a la mayor distancia posible. La mujer no le quitaba la mirada acusatoria de encima. Por fin, do
Último capítulo