2. Planes perversos

—Entonces, ¿vas a dejarla? —preguntó Charlie, el mejor amigo de Marcos, a la mañana siguiente.

—No, eso jamás, solo intentaba manipularla para que me complaciera, pero pasó todo lo contrario. Me echó de la habitación. Ella sigue furiosa.

—Y cómo no, si te encontró con otra mujer. Solo a ti se te ocurre acostarte con Mónica Soler en la oficina.

—No me acosté ni hice nada con ella.

Charlie lo miró con recelo. Los hombres se conocían desde que estaban en la universidad. Antes de que Marcos se casara solían salir juntos a bares y lugares frecuentados por mujeres para lo que ellos denominaban “la cacería”. Pero ahora, se habían distanciado un poco. Marcos era un hombre de familia y Charlie seguía con su vida de lujuria.

Por un tiempo, Marcos escuchó a su amigo adular los seductores atributos de la modelo en cuestión, haciendo gestos y utilizando palabras poco recatadas que le provocaron perversas imágenes mentales.

—Es que, prácticamente, eres virgen —dijo Charlie, meciéndose en la silla frente al escritorio de Marcos. Llevaba la corbata torcida y el cabello castaño húmedo. Pero esta vez Marcos no tuvo ánimo para preguntarle que había hecho a noche—. ¡Un año y medio sin estar con una mujer! No entiendo cómo lo haces. A menos que haya cosas que me estés ocultando.

Marcos se repantigó en su asiento.

—¿O es que acaso…? —Charlie se inclinó hacia él, entornando los ojos con gesto de fingida sospecha—, ¿ya no te gustan las mujeres?

Marcos resopló, lanzándole la pelota de goma que apretaba en su mano.

—No digas sandeces —se incorporó y caminó hacia la pared de cristal, desde donde se divisaban los altos edificios que conformaban la ciudad—. Desde luego que me siento tentado por otras mujeres, pero quiero a mi esposa. Y la deseo como nunca deseé a otra. Sé que parece tímida y recatada, pero no lo es cuando se deja llevar. De hecho, es… insaciable —Marcos suspiró, mordiéndose el labio al recordar la forma como Alma lo cabalgó aquella vez—. Nunca tuve encuentros tan ardientes con ninguna otra mujer. Fue una de las razones por las que me casé con ella.

“Creí que sería de esa forma cada día, pero desde hace algún tiempo se niega a hacerlo de nuevo. Comprendo sus razones, pero quisiera que ella también me entendiera. La respeto y evito provocarla. Temo que me odie después. Pero, ya no lo soporto. Necesito estar con ella. 

—¿Y qué vas a hacer?

—He pensado en seducirla. No resultaría difícil, se estremece cada vez que la tocó.

—¿Y cómo la seducirás? —Charlie habló con mofa—. ¿Le vas a hacer un striptease como en los viejos tiempos?

Antes de fundar la empresa de la cual era el presidente, Marcos se ganaba la vida en los bares como stripper. Aunque habían sido días de infortunios, aún recordaba aquellas épocas con cariño.

—Haré todo lo que sea necesario —decidió, pensando cómo reaccionaría Alma si él lo hiciera—. De hecho, es exactamente lo que voy a hacer. Esta noche le daré un espectáculo a mi esposa. Gracias por la idea, Charlie.

—Me gustaría ver eso —bromeó su amigo—. ¿Puedo ir?

—Todo para ti es un chiste —dijo Marcos, divertido—. ¿Por qué nunca te tomas nada en serio?

Charlie inspiró profundo un poco aburrido. El hombre no entendía por qué Marcos parecía tan obsesionado con Alma. Ella era bonita y debía esconderse una esbelta figura bajo toda esa ropa. Pero existían muchas mujeres en el mundo.

—Sé lo que piensas —Marcos se sentó y miró a su amigo a los ojos—, y sé que no lo entiendes, pero quizá lo hagas algún día, cuando te enamores…

—Sí, como usted diga, galán de telenovela. Y ahora, si me lo permite, tengo cosas más importantes que hacer… Oye, por cierto. No vi a Victoria, tu secretaria, ¿pidió un permiso o algo?

—No, la despedí.

—¡¿La despediste?! —Protestó Charlie—, pero como se te ocurre despedir a semejante bombón. Es que, ¿en dónde vas a encontrar a otra mujer como ella? Además de bonita, inteligente, ¿eh?

—La despedí porque fue quien le dijo a Alma que Mónica estaba en mi oficina. Y sabes qué, seguimos hablando durante el almuerzo. Tengo mucho trabajo y tú también, regresa a tu puesto que para eso te pago.

—En realidad —Charlie se incorporó y caminó hacia la puerta—, estoy aquí para hacerte un favor. Solo imagina lo mucho que te aburrirías sin tu mejor amigo.

Marcos lanzó la pelota de goma al hombre y este se apresuró a marcharse. Ambos tenían más de treinta años, pero aún se comportaban como aquellos adolescentes que fueron.

***

Victoria Fernández divisaba la soleada mañana desde el balcón de su apartamento, ubicado en la sexta planta de un edificio. Junto a ella se encontraba Mónica Soler, contando un fajo de dinero.

—¿Es correcto? —Preguntó Victoria cuando la chica se empacó los billetes en la bolsa. Mónica asintió con la cabeza—. Te daré el resto cuando completes el trabajo.

—Será pronto, prima.

—Eso dijiste antes, y tardaste meses en seducirlo —Victoria dio una calada a su cigarrillo—. Nunca lo hubieras logrado sin mi ayuda.

Victoria había avisado a Alma sobre el encuentro de Marcos con Mónica. Desde que conoció a la esposa de su objetivo se mostró amable con ella y no le resultó complicado ganarse su confianza. Alma era demasiado ingenua para ser tan millonaria, aun así, Victoria optó por darle aquella prueba fehaciente de su amistad.

—¿Qué piensas hacerle? —preguntó Mónica.

—Eso no te incumbe. Tú limítate a cumplir.

Mónica también le había ayudado en el trabajo anterior. La mujer no sabía las verdaderas intenciones de Victoria, pero era claro que sospechaba. Una vez ella cumpliera con su cometido, Victoria tendría que decidir sobre su destino.  A lo mejor la enviara a otro país, lejos de aquel lugar.

—Nunca me dirás por qué lo haces —dijo Mónica—. ¿Por qué quieres destruirles la vida a todos esos hombres?

—Si no quieres hacerlo…

—Lo haré. Necesito el dinero. Solo tengo un poco de curiosidad.

Victoria no dijo nada y Mónica comprendió que la conversación había dado por terminada.

—Te entregaré a Marcos Rubio pronto —dijo, dándole una última mirada—. Nos vemos en la noche.

Una vez la chica se marchó, Victoria miró hacia las montañas lejanas que circundaban la ciudad y recordó la forma como el hombre la trató cuando la despidió. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por controlar sus impulsos. Muchos otros tipos habían sufrido por menos. Pero debía ser paciente, pronto llegaría aquel momento que tanto esperaba.

Cruzó la sala amueblada y se colocó frente a la pared junto a la chimenea. Separó la cortina blanca que la cubría y contempló el collage de imágenes.

 Eran fotos de cinco hombres con una x roja marcada sobre su rostro. La sexta foto mostraba a Marcos con su esposa en un evento donde anunciaron su boda. Victoria la recortó de una revista. La había contemplado por horas, planeando el método de su trabajo.  

—Es una verdadera lástima que seas tan guapo —dijo, palpando la foto con los dedos—, pero ya no hay marcha atrás. Contigo habré culminado mi venganza.

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