El amanecer se filtraba a través de los árboles, derramando una luz tenue sobre el campamento improvisado. Damien estaba de pie, apoyado contra un roble desgastado, observando en silencio. Sus ojos rojos seguían cada movimiento en la distancia, pero su atención no estaba en el horizonte. Estaba en ella.
Su risa suave resonaba mientras hablaba con Matilde, su mano descansando sobre el vientre que albergaba la vida más importante del mundo para él. Un hijo. Su hijo. La simple idea de eso era un torbellino en su mente: un huracán de emociones que ni siglos de existencia lo habían preparado para enfrentar.
No era miedo a la paternidad lo que lo carcomía por dentro. Era el temor más primitivo y abrumador que había conocido: la posibilidad de perderla.
El peso del liderazgo y la vulnerabilidad
Como líder, Damien había tomado decisiones difíciles, algunas manchadas de sangre y otras grabadas con cicatrices invisibles en su alma. Siempre había puesto la misión por encima de todo, incluso por