Início / Mafia / Sombra oscura / Capítulo 4 — Donde la trampa se cierra
Capítulo 4 — Donde la trampa se cierra

NAHIA

Firmo: una carta, luego otra.

Luego otra más.

Cada movimiento del bolígrafo es un clavo en mi libertad.

Mi mano tiembla, pero aprieto los dientes. Quiero llegar hasta el final. Terminar.

No levanto la vista. No quiero cruzar su mirada mientras me encadeno por mi propia voluntad.

La última carta, luego el punto y finalmente el silencio.

Dejo el bolígrafo. Lentamente. Como si dejara un arma que nunca más podría manejar.

Él toma el contrato. Lo lee con un ojo atento, casi desapegado. Luego cierra el expediente, lo desliza en un maletín negro. Lo cierra.

El clic del broche resuena en la habitación como un disparo.

Me levanto. Demasiado rápido.

Mi respiración se acelera.

Mi corazón late con fuerza.

Quiero salir ahora.

Antes de que sea demasiado tarde.

— Voy a irme.

Mi voz me sorprende porque es seca, áspera. Como si saliera de otra persona.

Rodeo la mesa, aprieto mi bolso contra mí. Siento su mirada seguirme, deslizarse por mi nuca, por mis caderas.

No quiero sentirlo.

Pero es demasiado tarde.

Estoy casi en la puerta cuando su voz me detiene.

— Nahia.

Oigo mi nombre simple y tranquilo, pero cortante como un hilo de afeitar.

Me quedo paralizada. Todo mi cuerpo se tensa.

El aire se vuelve más pesado, más denso. Cada respiración es una lucha.

No necesito darme la vuelta. Sé que está sonriendo. Que ya me tiene.

— ESTE CONTRATO COMIENZA AHORA.

Un escalofrío recorre mi columna. Mi vientre se aprieta.

Me giro lentamente. Él está de pie, con los brazos cruzados, la mirada fija en mí.

— Vas a irte, dice.

Da un paso hacia mí.

— Pero no antes de que te haya tomado, una vez más.

El silencio explota en mis sienes.

— Eso no estaba en las cláusulas.

Mi voz titubea, pero me aferro. Como si esas palabras pudieran protegerme.

Su sonrisa es glacial. Casi tierna, en su crueldad.

— Es implícito, me perteneces. Lo has firmado.

Retrocedo.

Un paso. Luego otro.

Pero mi espalda choca contra la puerta.

Estoy acorralada. Literalmente.

— No puede hacer eso.

— No te estoy forzando, Nahia. Eres libre de rechazar.

Hace una pausa.

— Pero sabes lo que implica ese rechazo. Lo que acabas de cambiar por tu orgullo.

Se acerca.

Su mano roza mi mejilla, y a pesar de mí, tiemblo.

No es miedo, no realmente, es otra cosa, más confusa, más oscura.

Inclina la cabeza, y sus labios se deslizan contra mi sien.

— No estoy aquí para asustarte. Estoy aquí para que entiendas. Para que nunca olvides a quién le has ofrecido este cuerpo.

Cierro los ojos.

Un segundo, luego dos.

Y odio ese latido que se acelera.

— Quieres huir. Lo siento.

Su voz es un susurro.

— Pero tu cuerpo, él se queda. Ya se recuerda.

Podría gritar.

Pero estoy aquí. Inmóvil. Atrapada.

Y lo odio por saber exactamente dónde presionar para que no me mueva.

Sus dedos se deslizan por mi cuello, rozan la base de mi nuca. Lentamente, como una caricia calculada.

Y odio ese fuego que se arrastra bajo mi piel.

Murmura contra mi mejilla:

— Esta vez, te voy a mostrar lo que es… ser mía.

Me besa sin brutalidad, sin prisa.

Un beso que explora, que se instala, sus labios se posan sobre los míos como un veneno lento. No busca invadirme. Me doma.

Y eso es lo más peligroso.

Sus manos se deslizan por mis caderas, me atraen hacia él.

Siento el calor de su cuerpo, la firmeza de sus brazos. Siento su olor, esa mezcla de cuero, de noche y de poder.

Y odio cuánto me perturba.

Quisiera empujarlo.

Pero mis manos permanecen suspendidas en el vacío.

Entre el rechazo y la sumisión.

— Suéltame, digo en un susurro.

— Dilo de verdad, Nahia. Con tu corazón, no con tu miedo.

Me obliga a mirarlo.

Sus ojos negros devoran los míos.

Y entiendo que no busca romperme.

Quiere que me doblegue.

Por mí misma.

Quiere abrirme desde adentro.

Me recuesta en el sofá de cuero, sin brusquedad. Como si colocara una joya rara.

Sus gestos son precisos. Lentos. Insoportables.

Desabrocha los botones de mi camisa uno a uno, los ojos fijos en los míos.

Como un ritual.

Y yo… tiemblo, pero no es por dolor, esta vez, ni por asco.

Solo este fuego… lento, sordo e irresistible. Sus manos exploran, se detienen, dibujan sobre mi piel escalofríos que no controlo.

Y murmura en mi oído:

— Me vas a odiar por lo que te enseño. Pero volverás. Porque nada más será suficiente.

Cierro los ojos.

Contengo un gemido.

Me aferro a la última parte de mí que aún no ha cedido.

Pero se derrite. Se derrite bajo él.

Bajo sus caricias. Bajo su voz. Bajo esta trampa que cierra con una lentitud deliciosa.

Y entiendo, en un destello de lucidez desesperada:

No estoy siendo atrapada.

Estoy perdiéndome.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App